sábado, 3 de mayo de 2014

Y la tristeza también invadió a Occidente


El motivo por el que escribo esta entrada se debe a un suceso cercano presencié ayer. No se trata de la primera vez que reflexiono sobre cómo la depresión y la tristeza invaden nuestras sociedades, es más es un tema que siempre he tenido presente, más aún cuando comencé a estudiar sociología, pero el hecho de que lo haya visto tan de cerca es la razón por la que me veo compartiendo algunos pensamientos.

Al igual que sucedía con la obesidad, la tasa de personas a las que afecta la depresión y en su más extrema vertiente, la tasa de suicidios, afecta a todos por igual. No importa la riqueza, la posición o personas que rodeen a la víctima de esta horrible enfermedad, nadie está a salvo. 

La depresión ha existido siempre, pero no es hasta tiempos recientes cuando pasa a identificarse como una enfermedad y por tanto comienza la búsqueda de tratamientos contra ella. 
A pesar de que exista suporte científico y la población esté concienciada sobre la gravedad de la misma, aún sigue considerándose una etiqueta negativa que ha de esconderse en numerosos casos, como expone el documental de la BBC 'The truth about depression'.

En las últimas décadas se han escrito ríos de tinta sobre este tema, no solo en papel sino también en webs, blogs y documentales en los que se investigan las causas que la originan y se examinan los diferentes tratamientos existentes. Muchos de ellos se centran en reducir los niveles de ansiedad y presión que experimentan las personas en sociedades occidentales que han sufrido cambios drásticos en cuanto al modo de plantearse la vida. Otros se centran en explotar los aspectos más favorables de la personalidad y circunstancias del sujeto (psicología positiva), y otros en la reflexión y meditación como camino más efectivo para paliar este fenómeno que aumenta año tras año. 

Un artículo publicado por el periódico 'la Razón' en 2011 ''Por qué los países más felices tienen tantos suicidios'' ofrece una nueva visión sobre las causas que se esconden tras esta epidemia del siglo XXI. 
El artículo expone los resultados de un estudio publicado por la Universidad de Warwick, al que ha llegado un grupo de investigadores de dicha universidad, del Hamilton College de Estados Unidos, y de la Universidad de San Francisco. La investigación documenta y analiza las causas de la paradójica relación entre felicidad y suicidio. 
Lo interesante de este estudio es que además de las causas que ya venían destacándose (características particulares del propio país: escasas horas de luz solar en invierno, diferencias culturales y actitudes sociales en relación con la felicidad y el modo de concebir la vida), se destaca la importancia de la evaluación que la gente hace sobre su bienestar a partir de las comparaciones con las personas que les rodean. 
Habiendo sido constatados este tipo de efectos comparativos en referencia a ingresos, desempleo, delincuencia y obesidad....

¿Cuál es el efecto de compartir la enfermedad con otras personas que sufren lo mismo? ¿Qué sucede si aquéllos que experimentan depresión encuentran apoyo en un grupo que les comprenda y les haga sentir que no están solos? ¿Y si la solución no es tan compleja como parece? 



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